El gallo fino es una de las costumbres culturales más arraigadas en Córdoba, muestra de ello, es el desborde de los aficionados con las riñas de estos ejemplares durante la cuarentena quienes desafían al Coronavirus.
Todos los fines de semana muchos fanáticos se arriesgan para trasladarse a lugares donde hay galleras clandestinas y las mujeres juegan un papel protagónico.
“Hemos optado por pelear gallos debajo de árboles, fincas y donde se ofrezca total es estar lo más lejos de la Policía pero siempre hay alguien que les avisa a las autoridades y nos toca salir corriendo para evitar la multa o decomiso de los gallos” explicó Amalia Pérez,criadora y apostadora.
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Ella reconoce que las aglomeraciones en las galleras generan un alto riesgo de contagio de la Covid-19 pero dice que sus familias dependen económicamente de esta actividad situación que los obliga a asistir a las concentraciones gallístiscas.
Por su parte Orlando Garcés, uno de los criadoress de la zona rural de Montería explica que las peleas de gallo no pueden parar a pesar de la pandemia porque dejan de recibir dinero.
“El gallo fino es una pasión y alegría eso significa ser gallero seguiremos jugando gallo con todas las medidas de bioseguridad con guantes y tapabocas para cuidar nuestras salud y evitar el contagio” expresó el gallero.
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Algunos galleros y apostadores no han contado con suerte en este desafío y han terminado privados de la libertad por la Policía y multados económicamente.
Las improvisadas galleras en cualquier población de Córdoba son construidas con costales de fique y algunos trozos de madera para diseñar el redondel que utilizan para las riñas.
Una concentración gallística trae consigo, otras situaciones de riesgo como discusiones entre apostadores y criadores impulsados por el consumo de licor propio de este tipo de eventos.