
Flagelantes se tomaron las calles para pagar sus mandas en Santo Tomás
A pleno sol y conteniendo el dolor de los latigazos, este año, como ocurre todos los Viernes Santos, en Santo Tomás, Oriente del Atlántico, se dieron cita 24 flagelantes, quienes, a punta de golpes en la espalda con bolas de cera, descamisados, con un pollerón y con el rostro cubierto, caminaron por las calientes calles de la población, soportando la alta temperatura, el objetivo fue pagar una manda por los favores recibidos o pedir perdón por sus pecados.
“Le pidió por la salud de toda la familia y principalmente por mí porque pasaba mucho tiempo en el hospital. Yo me apretaba y sufría de una alergia penetrante. Yo acompaño a mi esposo en todo el recorrido y voy haciendo las oraciones”, contó la esposa de un flagelante.
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Durante la caminata, los flagelantes, quienes no pueden hablar, se dedican a rezar y pedirle a Dios mucha fortaleza, como lo cuenta un hombre que por varios años pagó manda.
“Yo por primera vez pedí la manda del florero, nunca la cumplí; luego un hermano mío se picó cinco años y yo después decidí hacer lo mismo”.
Ellos salen de un paraje, ubicado en el norte de la población, recorren un poco más de dos kilómetros como recordando a Jesús hacia el calvario, y llegan a un lugar llamado la Cruz Vieja. Durante el trayecto no paran de pegarse con las bolas de cera, lo que les provoca hinchazón; por ello, para evacuar la sangre, se cortan con una cuchilla. Esta es una tradición que data de cientos de años.
“En el año 1850 ya había flagelación, lo que quiere decir que esto hace parte de la intergeneración de los tatarabuelos, abuelos, hijos, etcétera…”, explicó Pedro Conrado, sociólogo.
Este acto, es visto por muchas personas del municipio y de otras partes del departamento, quienes llegan para apreciar la medieval práctica, que en algunos provoca rechazo.
“Yo no estoy de acuerdo, pero cada quien hace con su cuerpo lo que él quiera”, aseveró Henry Vallejo, espectador.
Al final, los flagelantes son curados y agradecen a Dios la fortaleza que tuvieron para cumplirle la promesa.
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