Gran parte de los cartageneros viven del rebusque, lo que implica un duro golpe a sus finanzas por las medidas para prevenir la Covid-19. Colombia es el país del truquito, la maroma, el agáchate, el lavado de carros en los semáforos, la informalidad… el rebusque. ¡Ay bendito!
Rebusque: Dícese la solución ocasional e ingeniosa con la cual el colombiano de a pie resuelve una dificultad económica, según registra la Real Academia de la Lengua Española (RAE)
Con esta definición de la máxima autoridad lingüística que referencia el idioma español, nos adentramos en la realidad del día a día del trabajador que sostiene a su familia con menos del salario mínimo, para sobrevivir en un país donde cada vez más, tienes menos oportunidades, y te toca como sea y donde sea, inventar y reinventarse para lograr llevar el sustento diario a una familia para no morir en este paraíso turístico que, llamamos por su tesonero aguante: La 'Heroica', de gente raizal.
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Lo anterior se ajusta a una realidad en la cual estamos inmersos y toca, si o si enfrentar; por un lado, la amenaza y hacerle el esguince al temible Coronavirus en esta inoportuna pandemia, y por el otro, determinar cómo arrebatarle al infortunio el sustento diario inmerso en la complejidad del día a día de una economía que cada vez más, se balancea hacia la informalidad laboral y, nos lleva a tener menos oportunidades de acceder a una “chamba” digna con todos los “perendengues” de ley.
Teniendo en cuenta lo anteriormente expresado, miremos el caso de señor Guillermo León León, cartagenero sexagenario del caribe colombiano a quien le define su carácter un perfil alegre, amante del boxeo, del béisbol, la champeta que a su vez entrelaza a una historia social y de trabajo, de hecho, lleva más de 10 años prestando un servicio que emprende como negocio salvavidas, pero que para los familiares y amigos de los internos de la Cárcel San Sebastián de Ternera, en Cartagena (Bolívar), se convierte en la solución para cumplir con los requisitos que se exigen por parte del Instituto Nacional Penitenciario INPEC, para ingresar al centro carcelario y así cumplir con la cita sabatina que les permite compartir con sus familiares y conyugues confinados por sus errores convertidos en delitos.
Dicho lo anterior, podemos afirmar que 'El León', le hace el quite al hambre, y sobrevive alquilando extramuros: chancletas y plastificando fotocopias de cédulas.
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A don Guillermo, me lo encontré en la mañana del sábado 21 de marzo de 2020, siendo exactamente las 10:09, cuando me dirigía a un establecimiento comercial para comprar alimentos y surtir así la despensa de mi familia; primera vez que salía de mi casa luego de haber estado confinado desde el martes 17 de ese mismo mes cuando el gobierno expide las leyes de aislamiento, cuarentenas y toques de queda que nos permitieron trabajar desde casa.
Fueron tres horas en las que me sentí libre, pero a la vez, con esa sensación extraña por la amenaza viral silenciosa. Tengo que decir que fueron pocas las personas que me encontré en el camino, las cuales no alcanzaban quizá el 5% de las que acostumbraba ver en una zona donde en un día como el sábado, la movilidad tanto de vehículos como de personas de a pie, es supremamente alta.
Al caminar por el sendero peatonal de la Troncal de Occidente en el barrio Ternera, y fijar la mirada hacia la cárcel, ubicada a un lado de la doble calzada, retrocedí en el tiempo y vino a mi mente una imagen que vi 22 días atrás en el mismo lugar, cuando me dirigía al mismo sitio comercial, pero dadas otras condiciones; en ese entonces, la multitud y la cantidad de vehículos, ocasionaba un monumental trancón en la vía, mientras muchos esperaban ingresar al lugar, fue allí, donde me detuve y vi al mismo hombre de contextura delgada y tez morena pero en otras circunstancias muy distintas. Al acercarme, y guardar la distancia correspondiente de al menos dos metros como mecanismo de prevención, con mi tapabocas puesto y guantes, entablé una conversación muy amena, notando eso sí, su fluidez típica del hombre caribeño.
Estando allí, mientras lo escuchaba hablar, pensé que no podía perder esa oportunidad de sacarle beneficio a la situación, ¡claro está! en el ámbito periodístico, para sacar del anonimato a un ser que por su gallardía y pujanza, estaba escondido haciendo parte de ese gran tumulto humano que a diario pasa desapercibido en ese día día agitado.
Aprovechando ese silencio inusual del entorno del que aún no se podían adaptar mis oídos en medio de la zozobra, le propuse a don Guillermo una conversación disfrazada de entrevista, y me respondió ¡listo vamos pa´ esa!
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O: ¿Usted cómo se llama?
Respondió:- Guillermo León León.
O: ¿Qué edad tiene usted?
G: - Tengo 63 años de edad.
O: Cuénteme algo don Guillermo, ¿qué siente al ver este lugar así de solitario hoy?
G: - Vea, esto es triste, aquí por lo general vienen más de 800 personas en un día como hoy a visitar a sus familiares que están en la cárcel, ¡y fíjese usted!, que solo estoy yo y el amigo (un hombre que lo acompañaba en el momento)
O: Dígame una cosa. ¿Cómo es eso que usted alquila chancletas y plastifica las fotocopias de los documentos que se exigen para entrar a la cárcel?
G: - Si señor, ese es mi trabajo, así me gano la vida y llevo algo que comer para la casa.
O: ¿Qué valor tiene cada cosa?
G: - Por las chancletas y las fotocopias, son $2.000 pesos por cada una.
O: ¿Cuánto se hace en un día como hoy por ejemplo?
G: - Entre 80 y 90 mil pesos, y entre los dos días del fin de semana, me hago unos $160.00 o $180.000 mil pesos, todo depende de la gante que llegue, ya que hay unos que solo alquilan las chancletas porque traen el documento plastificado para ahorrar tiempo y billete y entrar a la hora indicada sin retrasos para compartir más con sus familiares.
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A medida que avanzábamos en la conversación más que una entrevista, hizo una pausa, y fijó su mirada hacia el cielo en señal de querer pedirle a Dios que cesara pronto lo que estaba sucediendo. Solo unos pocos segundos después, quizá unos 10, dejé que intimara en su mente con ese ser superior que quería encontrar en las alturas, fue ahí, en ese momento, cuando aproveché para saber acerca de su familia.
O: ¿Y de cuantas personas está conformado su hogar?
G: - Yo soy viudo, y en la casa somos siete con mis hijos.
O: Don Guillermo, y… Cómo está haciendo entonces si las visitas están suspendidas por el Coronavirus? ¡Mire cómo está esto de solitario!
G: - La verdad, no sé qué vaya a pasar, lo que se me ha ocurrido es vender tapabocas, a ver si así gano algo de platica para llevar comida a la casa, pero a esta hora no he vendido ni uno.
Aquí, en este momento, es cuando pienso en la indolencia del estado, y en el olvido del gobierno cuando hablan en sus discursos de resiliencia, de emprendimiento, de empoderamiento, de economía naranja, pero la realidad es otra si se tiene que alimentar siete personas vendiendo tapabocas en la puerta de una cárcel.
En medio de esta conversación a mena, fui yo el que pensó ¿Cuántos tapabocas tendría que vender el señor Guillermo para al menos equiparar a un salario mínimo?
O: Bueno don Guillermo, yo tengo que irme para que no se me haga tarde. Por último. ¿Cuál es el mensaje que quiere enviarle a las autoridades con todo esto que está pasando por causa de la pandemia, sobre todo los que viven como usted, del rebusque?
G: - El gobierno tiene que buscar una forma de ayudarnos, con un subsidio, no sé, pero que lo haga rápido porque hay mucha gente que no ha podido salir a trabajar y están comenzando a pasar hambre, en este país el trabajo sin pandemia no está fácil, y ahora esto, Dios que nos guarde y nos proteja, porque si esto sigue así, la gente se va a morir no del virus ese, si no de hambre.
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A las limitaciones para rebuscarse, a don Guillermo se le suma aquel refrán que dice: "al que no quiere caldo se le dan dos tazas", es decir, la implementación del pico y cédula; ley seca y toque de queda, medida que obliga a que solo podrán salir dos o tres días a la semana, lo que agrava aún más su situación económica y pone en alto riego la comida para su familia, ahora está a merced de los últimos dígitos de su cédula para poder salir.
En un país donde la economía informal alcanza el 60%, no es fácil mantener en las casas a las familias, se convierte esto en una bomba de tiempo que si no se sabe manejar y controlar a tiempo por el gobierno nacional, gobernadores y alcaldes, estallará tan fuerte que no habrá bombero alguno que pueda contener su furia; es por eso que el mensaje de Don Guillermo León es claro, - “el encierro obligatorio de toda una ciudadanía con la desigualdad económica en la que vivimos en este país, es más mortal que el mismo virus ese”
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El anunció del presidente Iván Duque sobre el Aislamiento Preventivo Obligatorio Prolongado hasta el próximo 31 de mayo de 2020, no cayó bien para muchos sectores, sobre todo el de ese 60% de los trabajadores informales, aunque con ello al final, se trata es de proteger a los colombianos para que no se siga expandiendo y mitigar el impacto del virus en la geografía colombiana.
Guillermo León León con palabras de tristeza, desesperanza y emotivas, como si hablara para sí mismo en voz baja, le pide al presidente Iván Duque, al gobernador de Bolívar Vicente Blel Scaff, y al alcalde de Cartagena William Dau Chamatt, compromiso y no abandono, luego a manera de súplica y como queriendo seguir la charla dice: “Pido a Dios que los mandatarios logren no solo con medidas combatir la pandemia, sino también que lo hagan con las ayudas que necesitamos, y que ojalá, no sea tan demorado, de lo contrario se podría convertir la situación en un virus peor y más letal aún, el del hambre por la falta de trabajo y rebusque”, enfatizó el León, cuyo rugir parece estar apagándose en su manada ante la mirada desconsolada de sus descendientes, quienes lo están empezando a ver flaquear por el paso de los años.
Que Dios nos guarde y ampare.