Nelson Sinning
Nelson Sinning
Cortesía
22 Oct 2024 10:36 AM

¿Quién era Nelson Sinning Vélez? El hombre que dio la vida por evitar el rapto de su hijastra

Mauricio Andrés
Gómez Salazar
Quienes tuvimos el honor de conocerlo como compañero de equipo recordamos su intensidad en todo lo que hacía.

Los que conocimos a Nelson Antonio Sinning Vélez, de 33 años, sabíamos que era un joven apasionado por el rugby, la velocidad y la vida misma. Su sonrisa sincera y amable reflejaba su carácter noble y valiente. Lamentablemente, su vida se apagó el sábado 19 de octubre de 2024, tras varios días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), como consecuencia de un trágico accidente de tránsito. Sinning sufrió le llegó la hora fatal mientras intentaba evitar el secuestro de su hijastra en el barrio Providencia, un acto heroico que le costó la vida.

Conocido como 'El Comando Anfibio' entre sus amigos, siempre había soñado con ser militar y aunque no se le cumplió, encontró su vocación en la enseñanza. Era docente de educación física en la Institución Educativa Cartagena International School, donde inspiraba a jóvenes a través del deporte. Sin embargo, su otra gran pasión era el rugby, deporte que jugaba en club de Rubgy Caniba, que se convirtió en el equipo de sus amores y que represento durante 14 años permitiéndole hacer parte de varios procesos del seleccionado de Rugby de Bolívar.

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Quienes tuvieron el honor de conocerlo como compañero de equipo recuerdan su intensidad en todo lo que hacía. Nelson vivía y sentía el deporte al máximo. Su energía era contagiosa; si estaba feliz, lo demostraba al 100%, y si quería bromear contigo, también lo hacía con la misma intensidad. Como me decía a mí, su amigo y compañero de equipo: "Mau, si el entreno es una guerra, el partido será un paseo". Esa era su filosofía: darlo todo en cada momento, en cada juego, en cada batalla.

Carlos Hernández, entrenador de Caniba Rugby Club dedicó estas palabras al pie de su tumba: 

Adiós, Comando.

-Comando, ¿mañana puedes jugar?

-¿Quién, yo?  ¡Estoy listo pa’ matar!

A este tipo de respuestas entusiastas nos acribilló Nelson. Su sonrisa y su pasión siempre brillaron en los momentos más tenues y difíciles que pasamos como club. Mi amigo Nelson se tatuó la palabra metamorfosis en la frente. Moldeó sus defectos y de ellos hizo armas para taclear los obstáculos que la vida (y él mismo) se impuso. Nelson transformó la obstinación en la sana persistencia, le pescó la pelota al orgullo, sentó a un par de excusas y siguió ganando terreno.

Derrotó la terquedad, la pereza y la irresponsabilidad. Así pasó a ser un hombre admirable. Su transformación la vivimos en todos los aspectos: superó la obesidad, escuchó a los entrenadores y a los compañeros, logró ser un jugador referente; varias veces campeonó con su club, probó la miel de las victorias y el vinagre de las derrotas, pero con el mismo entusiasmo y alegría con que besó los trofeos, también le puso el pecho a los segundos puestos, cosa que, en un club lleno de historia y orgullo como el nuestro, muy pocos pudieron hacerlo sino después de muchas discusiones y cervezas. Nelson no solo aprendió a aprender, a callar y escuchar, terminó enseñando con humildad y nunca escatimó en hacer preguntas para mejorar como profesor y brindar lo mejor a sus alumnos.

Como persona, El Comando, como lo conocimos, animó a viejos y a nuevos, agradeció cada pieza de aprendizaje, cada entrenamiento, nos abrazó a todos, nos besó, nos llamó hermanos, y nadie lo sintió falso, porque amó a su club, y de vuelta recibió cariño, paciencia y confianza. Hoy recibe honores. Dentro de la cancha no defraudó, puso cada gramo de su alma y se tiño la sangre de azul porque la piel ya era blanca. Hoy nos toca despedir al guerrero de blanco y de azul, pero también al héroe, dispuesto a morir por los suyos; al amigo sincero, al jugador leal y agradecido, al esposo enamorado, y más desconsoladamente: al padre feliz y orgulloso, el padre de Dereck. Hoy despedimos a Nelson y les damos las gracias eternas por darnos el privilegio de tenerlos en nuestras vidas por tantos años y darnos su mejor versión. Al mismo tiempo, al hermoso Dereck lo recibimos como un nuevo miembro de este club, le contaremos las hazañas de su padre y de su madre y crecerá orgulloso de ellos.

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Lo bautizaremos como un Caniba, le diremos el Comando y portará la número 1 en el dorsal, en honor al pilar que se nos va. A Dereck le decimos: no estarás solo, tendrás muchos tíos adoptivos que te harán techo cuando caigas y tenderán una mano para que te levantes, tal como tu padre hizo con sus amigos. Adiós al comando, amigo eterno y ¡larga vida a Dereck¡, el nuevo comando. Palabras de tu entrenador y tu amigo por siempre. CH.

Hoy, el rugby, su familia, y todos los que lo conocimos lamentamos profundamente su partida, pero también celebramos la vida de un hombre que vivió con pasión y que demostró, hasta el último instante, lo que significa ser un verdadero héroe.

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Fuente
Alerta Caribe